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¿Cómo comunicar las condiciones del teletrabajo?

Lola Fernández Pazos.- Coincidiendo con el otoño, el Consejo de Ministros dio luz verde, ayer martes 22 de septiembre, al Real Decreto ley que regulará el teletrabajo y que próximamente aparecerá publicado en el Boletín Oficial del Estado. Como explicó la propia ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, en la rueda de prensa posterior al mismo, las empresas tendrán 20 días desde su publicación en el BOE para adecuar su gestión a esta nueva ley.

La medida contempla varios aspectos muy importantes. En primer lugar y como subrayó Díaz, “lo que se ha realizado durante la pandemia no es teletrabajo”. Hizo hincapié, por tanto, en que los trabajadores tienen derecho a la desconexión laboral y a no estar conectados en todo momento.

Esto, aunque parezca un capítulo más de la nueva regulación, se trata de algo vital para el buen funcionamiento de la norma, porque si el empresario exige una conexión en todo momento entonces podría abrir la puerta a una demanda, ya que la nueva norma se regirá sobre “los mismos derechos que las que ejercen sus actividades en las oficinas o locales de la empresa y se fundamenta en la voluntariedad y el acuerdo de personas trabajadoras y empleadoras”, según reza la referencia del Consejo de Ministros.  

Por lo tanto, existirá siempre una premisa: la voluntariedad y el acuerdo entre partes, que deberá formalizarse por escrito y registrarse en el SEPE, previo envío a los representantes de los trabajadores. Se define, por tanto, trabajo a distancia cuando el periodo de referencia sea, al menos, de tres meses y un mínimo del 30% de la jornada laboral o el porcentaje proporcional equivalente en función de la duración del contrato de trabajo. Además, se contempla que la negativa a teletrabajar por parte del empleado nunca será motivo de extinción del contrato.

Las condiciones, en cualquier caso, se llevarán a la mesa de la negociación colectiva, ¿pero qué ocurrirá con las pymes y pequeñas empresas que no tienen representantes sindicales ni mucho menos Comité de Empresa? Es cierto que la ley regulará el derecho al registro horario adecuado; derecho a la prevención de riesgos laborales; derecho a la intimidad y a la protección de datos; así como el derecho a la desconexión digital fuera de su horario de trabajo, pero algunos epígrafes tendrán que partir del acuerdo desarrollándolo más en su política de comunicación interna.

Comunicación Interna

Si no existe representación sindical, como ocurre en la mayoría de las micropymes que forman el tejido empresarial español, la comunicación interna y los protocolos a seguir deberá partir del propio empresario tras consensuarlo con sus trabajadores o del departamento de Recursos Humanos si existiese (pero nada de imposiciones ni siquiera para lo bueno como ha ocurrido en la crisis del Covid-19, sino pactándolo entre todos). Esto es, atendiendo a la ley tendrá que adaptar su gestión a esta nueva formulación una vez hablado con la plantilla y como se ha indicado antes, de manera siempre voluntaria y a expensas del acuerdo entre las partes.

Así deberá indicar a qué hora comienza la jornada y a qué hora termina impidiendo a su cuadro directivo enviar, fuera de ese horario emails ni realizar o realizar llamadas por teléfono (la excusa de que “yo los mando para que no se me olvide y luego que el profesional lo vea el día siguiente” puede poner en más de un apuro al empresario, según han explicado expertos laborales).

La nueva legislación, que también obliga a las empresas a dotar de medios, equipos y herramientas, así como su mantenimiento, tendrá que ser definida en el acuerdo y establecer de la factura al mes de teléfono, por ejemplo, que parte tiene que subsanar la empresa y cuál el empleado.

Establecer un protocolo con todas estas circunstancias resultará básico para el buen clima laboral, donde no podrá haber discriminación ni desigualdad de oportunidades. La pandemia nos ha adelantado una nueva forma de trabajar que ya habían vaticinado la mayoría de los expertos y que se puede aprovechar para generar una mayor conciliación entre trabajo y vida familiar.

En este sentido, el Real Decreto ley contempla también, en su disposición adicional tercera, la prórroga del artículo 6 del Real Decreto Ley 8/2020 de 17 de marzo, en el que se regula el Plan MECUIDA que permanecerá vigente hasta el 31 de enero de 2021.

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Traducir el humor

Estudiando el libro Translation as a science and translation as an art (Talaván, Noa. Uned 2017) del Grado de Estudios Ingleses me he dado cuenta de lo difícil que resulta traducir el humor, por no decir imposible. Diría, incluso, más que la poesía. ¿Y por qué? Mi opinión es que el humor es lo más intrínseco y cultural a nosotros, incluso me atrevería a decir que se hereda y forma parte de los rasgos genéticos, aunque esto no lo podría asegurar por la falta de conocimientos científicos. Lo que está claro es que no es lo mismo haber nacido en el seno de una familia andaluza con mucha “guasa” que tener la “rentranquita” gallega que escuchar a todas horas las “tontunas” manchegas o las “exageraciones” vacas. Y no digamos ya, si lo analizamos entre países con distintas lenguas.

Cada lugar tiene sus peculiaridades y se comparten o no, y si no, vayan a ver una comedia francesa subtitulada al cine y observarán cómo mientras los franceses se tronchan de risa, los españoles permanecen callados, algo que sin duda refuerza la idea de la gran dificultad de poder traducir el humor.

Ni siquiera las personas bilingües pueden acercarse a ello. Son necesarias técnicas y destrezas lingüísticas que no todo el mundo domina, a pesar de conocer los dos idiomas. Por poner un ejemplo, con el famoso calambur de Quevedo en el que el escritor retó a decirle a la propia Reina Isabel delante de todo el mundo que tenía una cojera con un juego de palabras y lo consiguió gracias a llevarla dos ramos de flores: “Entre los claveles rojos y los claveles blancos, su Majestad escoja”. ¿Cómo traducir algo así en inglés, por poner como ejemplo el idioma que todo el mundo ha estudiado?

Noa Talaván, en el libro antes mencionado, habla de algunas técnicas extraídas de show televisivo Friends y en este sentido me gustaría recordarlas. La primera sería traducir un juego de palabras inglés con otro juego de palabras español similar (pun to pun): “Monican” and “Monican´t” traducida como “Monicapaz” y “Monincapaz”, a pesar de que se acerca, no consigue el mismo impacto.

La segunda podría venir de traducir un juego de palabras inglés en algo que no sea un juego de palabras en español (pun to non pun) y aquí expone el ejemplo de “Westminister Crabby´s” traducido como “El gruñón de Westminister”, que tampoco conseguiría el mismo efecto. Otra técnica, sería al revés, pasar de no hacer un juego de palabras en inglés a hacerlo en español o directamente suprimirla si no va a ser entendido o explicarla con técnicas editoriales en los pies de página. Lo que está claro es que nunca llegaremos al fondo de la gracia.  

Cuando se intenta traducir bromas o juegos de palabras, el traductor tiene que primar los niveles fonéticos y léxicos frente a la traducción de la ironía que tiene que ver un nivel más textual o de sentido, lo que al final demuestra que sólo la combinación de ambos aspectos puede conseguir el efecto más cercano. Quizás por mis genes gallegos mezclados con andaluces siento que mi ironía se aproxima mucho más al humor británico o al argentino que al de un alemán, un finlandés, cuya traducción al castellano suele dejarme tibia, pero eso no significa que no tengan sentido del humor. Solamente que este humor es diferente al mío y que en la traducción siempre se pierde la chispa.